Historia Junta de Vecinos

Abril, 2020

 

Remontémonos a los comienzos del siglo XX y veremos cómo muchos pobladores de Valparaíso se desplazan hacia el borde norte de la gran bahía, poblando la ciudad de Viña del Mar. Influye en esta actitud la urbanización de la población Vergara, al norte del estero Marga Marga, y la creación de los barrios de Miraflores, Chorrillos y Agua Santa (nombres en homenaje a las batallas en que participó don José Francisco), la instalación de un barrio industrial en el sector norte, que culmina con el famoso regimiento de Caballería “Coraceros”, al sur de los cerros que cierran por el norte la población, un cementerio en las afueras del pueblo, en Santa Inés, a orillas del camino a Quillota, que nacía desde el puente que cruzaba el estero (el primero de la ciudad) seguía la ruta de la actual calle del nombre (igual que los caminos a Limache y a Valparaíso que también se iniciaban en la plaza) para subir los cerros y seguir una ruta por donde hoy están las poblaciones Gómez Carreño, Santa Julia y Glorias Navales, llegando a las orillas del rio Aconcagua cerca de Concón.

 

 

Finalmente, el terremoto de 1906 también incentivó a muchas familias a reconstruir sus casas más alejadas del centro económico porteño, disponiendo de más espacios para jardines y parques. También fomentó este aumento poblacional en el área, que en esas fechas naciera en Europa el turismo costero emulado en nuestro país.

Por el borde costero norte de la bahía, siguiendo la ruta de las playas, más allá del Coraceros, estaba la cantera que entregó sus piedras y donde se hicieron los bloques de cemento para construir en 1906 el molo de abrigo (actual edificio de la Academia de Guerra Naval) y seguía el fundo de la Marina, donde se guardaba la munición de la Escuadra en secretos polvorines cavados en los cerros. Ahí también estaba la casa del Almirante (ocupada inicialmente por Jorge Montt) que como todo buen fundo, tenía su parque, su capilla y las casas de los inquilinos o camperos, donde además se producía un poco de sal con el ingreso de agua de mar por un canal que en invierno desaguaba al actual estadio naval (en Las Salinas), en los topes de los cerros. También se instalaron a fines del siglo XIX cañones para la defensa del puerto en el fuerte Vergara, que más tarde fueron modernizados.

Antes del año 1917 solo había una ruta básica que llegaba a Montemar y Cochoa, pero en ese año se abre el camino costero turístico que uniría Viña del Mar con Concón por la costa, el que se terminó de pavimentar en 1930, permitiendo que Reñaca se transformara en un punto de paso obligado e importante en el trayecto entre Viña del Mar y Concón.

 

 

Es aquí que comienza a cobrar relevancia el área en la cual desembocaba un estero, que llamaban de Reñaca desde 1774 (según cartas náuticas españolas). Es así como en 1905, el heredero de la Hacienda de Viña del Mar, Salvador Vergara Álvarez junto a Gastón Hamel de Souza, forman la "Sociedad Inmobiliaria Montemar", para urbanizar la playa de Reñaca. El primer plano de loteo fue realizado por Diego Dublé Almeida. A esta sociedad le correspondió abrir el tramo de camino entre Las Salinas y Cochoa.

 

Hacia 1906 comienzan a llegar los primeros vecinos, entre quienes destacan Carlos Roger y José Tomas Ramos. Recién en 1912 se protocoliza el plano que abarca sólo la superficie plana en torno al estero. Poco más tarde surgen las primeras casas a lo largo de calles Vicuña Mackenna y Balmaceda, ambas adyacentes a las riberas del estero (ref.: historia de Reñaca, CODAR). En junio de 1920, la Sociedad Montemar da un impulso al loteo mediante una nueva división de la hijuela de Reñaca en 67 lotes, los cuales fluctuaban entre los 1200 m2. (lote XXXIV) y los 58.000m2. (lote XLIV).  Esta sociedad inmobiliaria se disuelve en 1933.

Para 1925 se habían establecido o tenían casas de descanso varias familias, entre ellas los Hamel, Grove, Dublé, a los que también hay que sumar a Andrés Scott y Federico Vergara, este último, nieto del fundador de Viña del Mar. En los siguientes años llegan otros importantes vecinos como Ifka Petrinovich, George di Georgio y el más destacado Emiliano Figueroa Larraín, Presidente de Chile (1925-1927). En 1935, la Junta de Beneficencia Escolar determinó levantar en calle Santa Luisa un moderno edificio destinado a colonia escolar de vacaciones.

Los años 20 vieron la llegada de eventos deportivo-sociales que marcaron la historia de este placido valle, así de la mano de miembros de la colonia inglesa residente en Viña del Mar y Valparaíso, se dio inicio a las denominadas “zorreaduras” o caza de zorros. Este era un evento invernal que reunía a parte de la elite social local, quienes durante un día se dedicaban a imitar las tradicionales cacerías de zorros inglesas con sus cabalgaduras. Salían del Paperchase, sitio en el Sporting Club, y corrían por los cerros en los altos de Reñaca, en lo que hoy son las poblaciones de Achupallas, Gómez Carreño, Jardín del Mar, Reñaca Alto, Los Almendros y Bosques de Montemar.

Sólo hacia 1940, los cambios de costumbres y los nuevos gustos hacen que nuevas familias y personalidades descubran los encantos de este apartado rincón de Viña del Mar. Es así como se inicia un lento proceso de urbanización de áreas cercanas a la playa y también tierra adentro, siguiendo las riberas del estero. Uno de los pioneros de este sentir fue Carlos Vial Espantoso que construye su casa en los roqueríos del quinto sector.

 Pese a este desarrollo inmobiliario de casas frente al mar y quintas en las cercanías del estero, la gran playa de Reñaca continuaba siendo poco usada, ya que sus aguas se consideraban peligrosas para el baño debido al intenso oleaje que frecuentemente se observa en la zona. En tanto, el balneario de Las Salinas era mucho más protegido y ya se había erigido su muro de contención e instalaciones.

Los años 50 y sobre todo los 60, verán un desarrollo inmobiliario muy importante frente al mar y, de modo preferente, en el sector del Encanto. Grandes propiedades como las de Jorge Yarur, los hermanos Manuel Antonio e Ismael Tocornal, le otorgarán un particular encanto y elegancia a Reñaca.

 

Recién en 1965 comienza a transformarse en el más importante centro del acontecer veraniego. Su playa se urbaniza y se inicia un vertiginoso proceso constructivo donde casas recién levantadas fueron derribadas, para dar paso a los espectaculares edificios escalonados en la ladera. Se reconstruye todo el frente costero, sobre terrenos considerados los más caros del país y también hasta la cima de los cerros de dunas. Mientras que muchos viñamarinos que habitan permanentemente la zona, comienzan a edificar sus viviendas hacia el interior del estero.

El desarrollo de nuevos barrios, a partir de finales de la década del 70, da inicio a una nueva etapa de crecimiento urbano y social de este importante sector. Reñaca se consolida como un importante punto de atracción turístico y, poco a poco, va desarrollando un floreciente y dinámico comercio. Aparecen los clubes de campo como el español y el israelita. Colegios tradicionales de Viña, como Las Monjas Inglesas y The Mackay School, se trasladan a la zona y junto a las tradicionales parcelas de Agustín Edwards y de la familia Montalbetti. Comienzan edificaciones en sus alrededores.

 

 

En 1980 aparece el barrio Jardín del Mar en la ladera al sur del estero Reñaca, que es una gran urbanización residencial, que en solo una década se cubrió de casas y posteriormente edificios de hasta 25 pisos de altura, transformando a Reñaca en el núcleo de mayor desarrollo urbano en todo el litoral.

Simultáneamente, en los mismos años 80, en los cerros al norte del estero, aprovechando la vista y posibilidades que ofrecía el lote D del potrero de los Almendros y del Navarro, de propiedad original de doña Carmen Hamel, a quien le adquirió la sociedad formada por don Andrés Barilari Galleguillos y doña Alma Cid de Arévalo,  comienza el desarrollo de una modernísima urbanización, diseñada por el arquitecto viñamarino Julio Costa Olivares, con lotes de gran tamaño (en general sobre los 600 metros 2). Fue una de las pioneras en Chile de tener todo el cableado de sus servicios en forma subterránea y con modernos sistemas de distribución y extracción de aguas, buenos pavimentos y aceras, el que iba junto con el desarrollo y florecimiento económico que comenzaba a tener Chile en la época. Surge así, en la parte alta de la calle Bulnes, un sector elegantemente urbanizado ubicado más arriba de la planta embotelladora Nobis (ubicada en la actual calle Julio Fossa), y sobre la fábrica de ladrillos (actual condominio Terra Verde), que tenía su propio pozo de agua (ubicado en la actual rotonda alta de Bulnes). Esta urbanización se denominó “Los Almendros de Reñaca” y su calle principal, que rodea el cerro en forma de herradura, se nombró como Martín de Salvatierra, en homenaje al obispo de la ciudad de Rodrigo en la España de fines del siglo XVI.

 

 

Los Almendros y Jardín del Mar se caracterizan por ser barrios netamente residenciales y sin ninguna forma de comercio, por lo que sus calles son muy tranquilas y con poco movimiento vehicular y peatonal, con la excepción de las avenidas principales. Ambos barrios están emplazados en las laderas que desaguan al estero de Reñaca y por lo tanto sus casas y calles están en declives. (ref.: Viña del Mar Travel). No obstante, hay una diferencia en sus orígenes, en Jardín del Mar se hizo lotes de 300, 450 y 600 metros2 , mientras que en la concepción de Los Almendros, el loteo superaba en general los 500 metros2, con la pretensión de que en su plan regulador, más un compromiso en la escritura de venta y registro en el conservador, se lograra que las edificaciones fuesen de mayor tamaño. La calidad del pavimento en la calle principal que rodea todo el cerro, Martín de Salvatierra, era muy buena, las veredas también y los postes de iluminación eran eficientes para su propósito.

La inmobiliaria que desarrolló el sector de Los Almendros tuvo dos grandes problemas. El primero, que en la parte superior de la urbanización, es decir desde la altura del 300 de Martín de Salvatierra hacia arriba, la empresa sanitaria no pudiera otorgarle distribución de agua potable, ya que excedía su capacidad de elevación, incapacidad de ESVAL que duró hasta pasado el año 2002. Por otra parte, y como segundo problema, de acuerdo al desarrollo de la economía chilena, era muy buen negocio conseguir empréstitos bancarios acordados en dólares americanos, ya que tenía un valor fijo. Este último factor, dada la crisis del año 1982, que hizo subir el valor del dólar en más del doble, llevó definitivamente a la quiebra a sus urbanizadores que a la sazón solamente habían vendido un muy pequeña cantidad de terrenos, quedando en manos de los bancos acreedores todos los saldos, que solamente volvieron a estar a la venta en las postrimerías de la década de los 80.

A la fecha, la distribución de agua era por vía de camiones aljibe de la Municipalidad, para mejorar la oferta de venta. Los bancos organizaron un sistema de toma de agua en la parte baja con bombas elevadoras hacia un estanque instalado en lo más alto del loteo, en una torre tipo mecano ubicada cercana a la plaza de Los Almendros, desde donde se entregaba a la red con la presión suficiente, lo que generó una organización de hecho, pero no de derecho, que bajo las normas de las comunidades, comenzó a funcionar para controlar la distribución de agua potable. Una alegría de los primeros pobladores y que tentó a los nuevos compradores de terrenos ofrecidos a precios convenientes por los bancos propietarios.

 

Un caso especial de la urbanización fue la calle San Patricio, al medio de ella, en la ladera sur del cerro, que siempre fue una calle privada hecha solo para dividir la urbanización en dos y con servidumbre de acceso para los terrenos que a ella accedían, dado lo cual, nadie asumió la responsabilidad de iluminarla y su ancho es reducido para el tránsito vehicular. Después de la quiebra de la inmobiliaria, los bancos tenían que vender los terrenos a como diera lugar. Eso hizo que nadie exigiera que en cada terreno solamente se ubicara una casa. Más tarde, tampoco se restringió la construcción de edificios de 4 pisos y se organizaron varias comunidades cerradas, incluso en un sector destinado originalmente a áreas verdes.

 

Al comenzar los 90, ningún recorrido de microbuses llegaba  aún a Los Almendros. La calle Bulnes, entre el colegio de las Monjas Inglesas y Martín de Salvatierra, era un desastre, ya que en algunas casas tenía una mitad de calle con algún símil de pavimento, pero el resto era una capa asfáltica semi destruida y desde el tenis “Las Araucarias” hacia arriba era solo una huella de tierra, originalmente un cortafuegos, que se prolongaba hasta los bosques de la meseta superior y desembocaba frente al nuevo Cementerio Parque del Mar. En esa época se urbanizó y construyó el grupo de casas ubicada en torno a la calle Julio Fossa mientras que frente a las Monjas se agregaron varias casas de diferentes calidades. A mediados de esa década, se desarrolló un gran proyecto de edificios en calle General Freire, esquina de General Prieto.

 

El barrio de Los Almendros, que corresponde al área en torno a Martín de Salvatierra, como ya se dijo, tuvo que organizar lo que se denominó “Comunidad de Agua”, la que al inicio tuvo varias irregularidades que de a poco, se fueron subsanando.  Esta organización tenía su directiva. Nombró un gerente y tenía un empleado, el popular “Tito” que vivía con su esposa e hijo en un cerro aledaño al sur del barrio. Esta comunidad acordó con ESVAL que instalará medidores de agua en todas las casas, que cobrara directamente a los usuarios las cuentas de consumo mensual, a las cuales agregaba el denominado “remarcador”, que era un división proporcional del saldo entre la suma de los medidores de casa y el consumo real del conjunto que medía también ESVAL antes de la planta elevadora. Adicionalmente, cada usuario debía pagar una cuota de gastos comunes para el funcionamiento de la comunidad de agua, que era mantención de las bombas y estanque, reparaciones eventuales de la red, pagos del gerente y empleado.

 

A mediados de los 90, comenzó a poblarse con mayor intensidad el barrio y aumentó el consumo de agua, dejando al estanque distribuidor al límite de su capacidad, lo que no habría sido problema de no ser que hay “chilenos vivos” que no pagaban los gastos comunes y a quienes no había forma de cortar el agua o la electricidad como esta normado para los condominios. La primera porque habría que romper el pavimento y lo segundo porque como ya se dijo, la comunidad funcionaba de hecho pero no de derecho, lo que hacía que careciera de personería jurídica.

En paralelo, hacia fines de la década, la empresa sanitaria construyó en Concón un estanque a una cota superior que ya le permitía abastecer a todo el barrio, motivo por los cuales, el Directorio, con la aprobación de los vecinos, inició conversaciones con ESVAL para que asumiera su responsabilidad en la distribución en Los Almendros, cosa que dilató durante más de tres años, ya que evidentemente para ellos era mejor que la comunidad y sus usuarios asumieran las pérdidas que naturalmente se producen y que bordean el 30 % del consumo.

Hubo que hacer intervenir a la Superintendencia de Servicios Sanitarios para lograr que el año 2004 asumiera finalmente el control de la red y la distribución, mientras que la Comunidad de Aguas, antes de cerrar sus actividades, tuvo que retirar el estanque de distribución y la torre que lo sustentaba, pero algo muy importante, había reunido dineros que se acordó pasarlos en su totalidad a la Junta de Vecinos que se comenzaba a conformar.

La Junta de Vecinos “Los Almendros de Reñaca” nace oficialmente a la vida el 20 de junio de 2003, como unidad vecinal N° 162, y la I Municipalidad de Viña del Mar le asigna como límites de su jurisdicción el estero de Reñaca por el Sur, el camino internacional por el oriente, lo que actualmente se conoce como calle Calafquén por el norte y una línea que corre a unos 1000 mts. aprox. al poniente de la calle O’Higgins, es decir, aún cuando los vecinos que organizaron y dirigieron esta nueva Junta eran todos habitantes del barrio Los Almendros, ahora se incorporaban a su jurisdicción y organización los vecinos de las áreas próximas al colegio de las Monjas Inglesas, los del sector de Julio Fossa, la porción de terrenos y edificios rodeados por calles General Prieto y General Freire, los alrededores de la calle Salvador Vergara y una porción de habitantes del sector alto que comúnmente se denomina “el barrio hippie”, el que alrededor del año 2010 fue trasladado a la jurisdicción de la junta del sector de “Los Pinos”, quedando toda esa parte segregada del plano correspondiente.

 

Durante los 16 años de existencia, el grupo de vecinos que se ha integrado y participa de las actividades de la Junta de Vecinos mayoritariamente proviene del antiguo barrio, el que está ubicado en la “punta del cerro”, no obstante que hay algunos colaboradores que habitan en los otros sectores.

Las sucesivas Directivas han orientado el desarrollo de las actividades a crear un barrio agradable para vivir, integrado socialmente, con especial atención al desarrollo de múltiples áreas verdes, ha intervenido para la asignación de líneas de buses que operen con regularidad, ha exigido acciones de marcado de señales de tránsito y regulación de la circulación local, gestión para rotondas, lomos de toro, paraderos de buses, instalación de cámaras de vigilancia, organización de Comités Vecinales de Seguridad (COVES) y otras acciones propias de la junta, que siempre ha sido una organización muy dinámica del amplio sector de Reñaca, incluso participó activamente en la creación de las Unión de Juntas de Vecinos de Reñaca, mantiene frecuente contacto con la Delegación Municipal y con la Corporación de Adelanto de Reñaca (CODAR). Sin embargo, le ha sido difícil intervenir para evitar el super poblamiento del sector que tiene solo dos puntos de acceso.

 

40 años de historia de Los Almendros de Reñaca contienen muchos más antecedentes y muchas otras miradas de lo que ha pasado. Puede haber más aportes de miembros de la Junta de Vecinos, que habitan o que pasaron por el sector, los que siempre serán bienvenidos para mejorar este relato, que no pretende comprenderlo todo, pero que busca mantener vivas la experiencias pasadas, reconocer los orígenes. Y junto con ello proyectarse con mayor entusiasmo hacia un futuro que sea más bonito y feliz para cada uno de los vecinos y sus familias que deciden residir en este bello paraje, cuyo lema es “cerca de la naturaleza” en virtud de sus orígenes, porque actualmente el vecindario está rodeado de áreas verdes que, en un futuro cercano, junto con la cuenca del Estero, han de conformar un lindo espacio de solaz y tranquilidad a sus residentes.

Preparado para la Junta de Vecinos de Los Almendros de Reñaca.

 

Carlos Valderrama Fernández

Abril de 2020.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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